El Centenario (1953) de Augusto Monterroso


Riqueza de sentido de mímesis, desde luego sin abusar, es lo que hubieran opinado en mis vespertinas clases de Narrativa en la PUCP. En "El Centenario" encontré un bonito universo construido y expuesto a manera de crónica; estilo narrativo que si bien fue concebido para referir a hechos históricos, en este caso expone un suceso que inicialmente tiene pinta de realidad objetiva, luego toma tonos metafóricos y finalmente parece convertirse en una fábula.
"El Centenario" deja la imagen de un sujeto con tal afición por el dinero, como su misma altura y que terminan siendo la causa de su propio fin. Es un bonito cuento, te atrapa, y puedo apostar que lo que encontraste al final fue completamente inesperado. Solamente después uno se da cuenta de cómo el relato había sido alimentado de principio a fin con sutiles indicadores. El desenlace otorga al cuento ese tono de ficción cautelosa con que se encubre una verdad.
Monterroso hizo una crónica hasta el punto en que lo que parecía insólito termina siendo la causa de la muerte de Orest Hanson. En "El Centenario" lo mimético es claramente reconocible, me refiero a lo involucrado en "lo que fue el personaje". Lo poiético se aprecia más en la parte final del relato, que es cuando los pequeños detalles de la narración y el título cobran sentido, o como diría Platón: "la causa que convierte cualquier cosa que consideremos de no-ser a ser". Encontré en este cuento una entretenida manera de recordar los conceptos de mímesis y poiesis.

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